Poco a poco empiezan a caerse las hojas mustias de los árboles anunciando la llegada del otoño, y la naturaleza como siempre nos envuelve en un sutil velo de nostálgica belleza, para distraernos, para que no nos enteremos que lentamente parte la alegría del verano, sin embargo nuestro espíritu nunca está totalmente conforme.
Y continúa la marcha inefable del tiempo con sus altibajos. nuestro cuerpo dorado por el sol apenas comenzaba a acostumbrarse a las altas temperaturas de agosto y la algarabía de los niños jugando en el parque.
Y somos como extraños entes perdidos en el infinito caudal de nuestras propias insatisfacciones. solo basta que caiga la primera hoja amarillenta para que empecemos a añorar el verano. Es asi como imperceptiblemente, furtivamente empieza y termina un nuevo ciclo, de empezar a desear lo que estamos a punto de perder y que fué motivo de queja permanente mientras lo tuvimos.
Y continuamos marchando sin entender que es parte de la vida llorar sobre la leche que intencionadamente hemos derramado.
Quizas en eso consiste la sabiduría... en ser capaces de admirar en paz la belleza del mundo con sus nubes grises y sus hojas secas, con sus motas de nieve cubriendo de blanco el paisaje, con el colorido de las flores y las flotantes motas de pólen, con el feliz espectáculo y las pequeñas molestias del verano.
Pero mientras nos hacemos sabios... quizás en otras vidas futuras, continuamos nuestro rumbo en busca de la próxima estación.
Sí, quizás en eso consiste la sabiduría.
ResponderEliminar